El desayuno estupendo, con una especialidad casera diferente cada día. El trato encantador, muy servicial y en cualquier momento del día. Teníamos que entrar a las 2 de la tarde, pero el vuelo era nocturno y llegamos a las 7 de la mañana, así que nos ofrecieron el desayuno sin coste adicional y nos ofrecieron la posibilidad de alojarnos a las 9h en otra habitación para no tener que esperar a que desalojaran la que taníamos asignada. Tuvimos la gran suerte de alojarnos en la habitación que hay al lado de la piscina, sin necesidad de subir y bajar escalones cada día.
Como detalle a comentar puedo decir que una tarde, al llegar al hotel, Lilas (creo que se escribe así) la dueña, vino a nuestra habitación con dos copas y una botella de vino blanco para que disfrutáramos, aún más si cabe, de la puesta de sol.